PostHeaderIcon Epílogo

El sufrimiento corporal es sin duda la expresión cabal de la imposibilidad de dividir el aparato psíquico de la biología que constituye el cuerpo.
En la lesión orgánica se inscribe toda la energía de los miedos, ansiedades y angustias, de la persona en toda su esencia e historia.
De igual forma, todas las sensaciones y percepciones del dolor y malestar se agigantan en la idea del sufrimiento.

Se exageran la imagen del daño en la representación mental que tiene el individuo de su lesión o disfunción.
El miedo es la reacción a la realidad del peligro, la ansiedad la incapacidad de alcanzar el objetivo deseado, y la angustia el temor a perder lo amado.
La intensidad del dolor en su lesión crece en proporción a nuestros miedos, ansiedades y angustias.

El ser percibe al cuerpo como envoltorio de si mismo, o como soporte de sus sentimientos.
¿Por qué todavía muchos creen que las emociones no se relacionan con los síntomas corporales?
Negar la influencia de las emociones en el cuerpo, es negarse a sí mismo.
Somos el cuerpo y el cuerpo es nuestro ser.

Nunca se está mejor acompañado que estando solo a gusto con uno mismo.
Cuando hay dolor u otro síntoma difuso sin control, algo falla en nuestro interior, y entonces es difícil estar a solas con uno mismo.
Esta última situación se percibe como soledad y sufrimiento.
Descifrar el significado emocional en el dolor físico, es una ventana al ser doliente en soledad, y lograr su relato, una puerta abierta al la integridad del ser.

El otro. Ese que amamos: pareja, hijos, padres ¿como está en nuestra mente?
Está troceado en pedazos que se mezclan con nuestros propios trozos, como un caleidoscopio de dos personas que se mezclan en una visión única.
Si nos falta o nos falla, algo de mi cuerpo duele.
Si le fallo o le falto, también nuestro cuerpo dolerá.

Siempre detrás de un dolor, hay una metáfora que nos cuenta de la pérdida del ser querido, o lugar lejano que no pudimos volver a ver, una actividad laboral deseada y no realizada, o una acción errónea realizada de la que no nos podemos perdonar por eso.

También la culpa duele, a veces la culpa no reside en el hecho realizado, sino en que se nos acuse de haberlo hecho.

Ser juzgado injustamente duele quizás más que la culpabilidad de la responsabilidad de error verdadero.

En una sociedad prejuiciosa habrá mucho dolor físico y mental, habrá sufrimiento.

Hay un dolor antiguo, primario, que podemos llamar el dolor origen.
Surgió necesariamente en los comienzos de la vida extra o intrauterina, sin capacidad de conciencia aún, pero suficientemente intenso como para conmover todo nuestro ser.
Se inscribió en nuestro cerebro como una unidad de aprendizaje, una verdadera huella mnémica o estructura de memoria.
Ese área será siempre hipersensible y reaccionará con estímulos mucho menos intensos durante el resto de nuestra vida.
Los sentimientos se aprendieron con más tiempo y en más ocasiones, con intensidad variable.
Hace falta un sentimiento que rememore un mal momento que creíamos superado, mas el cansancio de una vida presidida por el rendimiento continuo, y una parte del organismo debilitada por tantas circunstancias como son posibles, para provocar una reacción en cadena que duela en cuerpo y alma conmoviendo nuestro ser.
Y luego no relacionar nada con los sentimientos primarios, el dolor origen y la cultura del ser fatigado.
Sólo repetimos y siempre creemos que nunca hubo algo peor.
Olvidar es fácil, pero borrar los aprendizajes de la vida en nuestro cerebro, imposible.

De eso se tratan los recuerdos, los hay concientes e inconcientes. Los primeros son aquellos más soportables o los más felices, los segundos son menos felices y también los poco soportables; los insoportables son los más afines de generar malestar, dolor o disfunciones crónicas.

Sabemos que una sensación es una emoción corporal y cuando se asocia a una idea se transforma en un sentimiento; si la idea es un recuerdo insoportable en nuestra conciencia estará depositado en la profundidad de nuestro inconciente y desde ahí emergerá como desde un magma en forma de síntoma corporal.

Creer que el sustento físico emociones y sentimientos no existe, que es abstracto y exclusivamente psicológico mas su realización es mera sugestión, es desconocer que nuestro cerebro, guarda un lugar físico concreto para almacenar las huellas mnémicas de toda una vida.

La vida emocional tiene un espacio concreto, el más antiguo en nuestro actual cerebro, mucho mas anterior filogenéticamente hablando que la estructura neuronal de la conciencia misma, la evolución de los homínidos fue de seres instintivos y emocionales esteriotipados a seres pensantes, reflexivos. A partir de ese gran evento surge una conciencia que nos permitió nuestra propia conciencia de si mismo y nuestra existencia individual y mortal.

León Tolstoi uno de los escritores mas destacados de todos los tiempos con una maravillosa narrativa capaz de trasportar al lector a vivir de forma casi real los hechos de su lectura, nos regaló la novela La muerte de Iván Llich, publicada en 1886 considerada por mucho tiempo como un relato de la vida de un burócrata ruso con apetencias aristocráticas en la Rusia imperial de finales del Siglo XIX.

Es cierto que así se escribió en cuanto a tiempo y formas, pero en mi opinión Tolstoi nos habla de la condición de vida de un hombre que se sacrifica sin tener claro el por qué, sólo el ascenso social por el ascenso mismo, el reconocimiento de los demás sólo basado en la apariencia que da cada peldaño de su nuevo status adquirido, sin saber nunca cuál es el último. Se rodea de afectos aparentes que le dan relaciones sociales, pero no amigos, y así también devuelve sus afectos, crea una familia ligada por encima de todo en la apariencia y el consumo.

En la aparente cumbre de su carrera profesional y económica, preparando los últimos detalles de la casa de sus sueños (lujo, criados y barrio aristocrático) Iván Llich subido en lo más alto de una escalera doméstica cae, se golpea y sufre un dolor. Desde ahí todo es una vertiginosa carrera de médicos, más intensidad en el dolor, falta de diagnóstico claro a pesar de ver médicos eminentes, más dolor y luego todo es sufrimiento mas desconcierto en el diagnóstico.

Tolstoi no se priva de simbolizar la escalera allí en lo más alto como su vida vacía de contenido espiritual y afectivo, igual que su casa lujosa a la espera de deslumbrar a una familia que se une por el bien vivir material y no los lazos afectivos.

Es sabido que Mahatma Gandhi consideró esta obra como la máxima expresión literaria rusa. Gandhi no era ruso, tampoco necesito aclarar la espiritualidad de semejante hombre y su cultura. Gandhi y Tolstoi se carteaban y los unía la idea del cambio por la no violencia.

Los que en la novela sobreviven a Iván Llich, podemos presuponer que vivieron el cambio de la aristocracia zarista por un método violento, radical y absolutista. Se pasó de un extremo a otro.

Se sabe que León Tolstoi sufría depresiones y la muerte de Iván Llich la escribió luego de una crisis personal después de cumplir los 50 años (si invitáramos con osadía imaginariamente a Freud a este epílogo, nos diría que Tolstoi hizo catarsis por la escritura de la novela).

Pero lo cierto es que Iván Llich sufrió y sufrió dolores indecibles hasta replantarse qué vida llevó y cito textual: “Era como si bajase una cuesta a paso regular mientras pensaba que subía”.

Luego continúa en su reflexión mientras sufre otro intenso dolor y sufrimiento corporal, “Y así fue, en realidad. Iba subiendo en la opinión de los demás, mientras que la vida se me escapaba por debajo de los pies…..y ahora todo ha terminado, ¡Y a morir!”.

Otra cita textual pinta el entorno: “Les aterraba que de pronto se esfumase la mentira convencional y quedase claro lo que ocurría de verdad”.

Por todo lo dicho a lo largo de este libro ciento cuarenta años después de la escritura del personaje de Tolstoi, si a Iván Llich le damos un móvil de última generación, un automóvil de 200 caballos de potencia y lo vestimos con ropa de marca, se puede llamar Juan Pérez o John Smith y verlo pedir un crédito que no sabe si podrá pagar, en cualquier cuidad hoy para sostener un ritmo de vida, que según Tolstoi mata.

Vivir por encima de las posibilidades reales, aparentar para mejorar la opinión de los demás, subir como Iván Llich en el que dirán, mientras se escapa la vida por debajo de los pies es un problema de siempre………

En la novela el personaje muere y esa es decisión de su maravilloso autor.

Todos sabemos que el buen vestir puede ser placentero, conducir una obra maestra de la ingeniaría automotriz de alta gama es todo un placer y muy divertido, y tener un sofisticado móvil del que sólo aprovechamos el 20% de su capacidad real es sacar a jugar el niño/a que llevamos dentro. Si es eso, ¿dónde está el problema si vivimos en una sociedad de consumo?

Pero sí es un problema que nuestra vida sea sólo eso: la vida por el consumo y la apariencia.

La realidad es que cada uno sea quien quiere ser, tarea difícil. Primero buscarse, luego encontrarse y por último desarrollarse; en eso sí se nos va la vida pero nunca por debajo de los pies. Si logramos todo eso habrá plenitud corporal y serenidad interior.

Si uno es, y cuando piensa en si mismo, se siente en conformidad entre aquello que obtuvo de si mismo desde que se buscó y hasta que se encontró.

No importa qué gusto material se de, son caprichos y solo eso, siempre y cuando no estén por encima de sus posibilidades.

Estas, las posibilidades económicas adquiridas, marcan los excesos.

Más aun, si hay tranquilidad con uno mismo como ser que se construyó así, de acuerdo a aquello que le hace sentir vivir la vida dentro de los valores afectivos.

Los caprichos materiales son gustos, pequeñas satisfacciones, por más suntuosos que sean los objetos de un mundo materialista, también somos hijos de esa cultura que nos tocó vivir.

Hacerse cargo de uno mismo es un bien muy preciado; saber dar y recibir afecto, el intercambio más valioso, y si logramos hacer un huella mínima en el tiempo que nos tocó vivir a través de nuestra tarea humana, todo un lujo……de satisfacción personal.

La satisfacción material es otra cosa, debe ser consecuencia de los beneficios de la rentabilidad de un trabajo que primero nos satisfaga en la realización del objetivo de esa mínima capacidad individual del ser humano de aportar algo positivo y transformador en la cultura que le tocó vivir , si es al revés, lo material comprado nos transforma en sujetos de apariencia, valdremos por lo que tenemos mientras nos dure y el día que se lo pierda, estaremos desnudos con nuestro ser vacío por dentro y su cuerpo vencido por fuera en una continuidad indivisible. El vacío interno se expresa como cuerpo vencido y el cuerpo vencido muestra una vacío sentimental y emocional.

Como el terror del entorno familiar de Iván Llich, si se esfuma la apariencia emerge la verdad.

 

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