PostHeaderIcon Capítulo 2 ¿QUÉ ES EL DOLOR?

Capítulo 2

 

¿QUÉ ES EL DOLOR?

 

 

 

Como definición clásica, el dolor es una señal de alerta o alarma (según su intensidad) para proteger el cuerpo de un daño. Por lo tanto se puede inferir que el dolor como sensación, tiene una función relacionada con la supervivencia y aparece en circunstancias límites. Puede parecer extraño hablar del dolor como algo benéfico y es lógico ya que nada es más terrible para un ser vivo que el dolor corporal. La historia trágica de la humanidad se basa en experiencias de dolor y es el síntoma inequívoco del sufrimiento. Pero la aclaración de que el dolor es un signo de alarma sirve para pensar de qué manera hay que tratarlo. Esto significa que todo tratamiento que se indique, debe solucionar las causas que producen el dolor y no solamente atacar el dolor como entidad en sí misma. Si bien el alivio de dolor es varias veces confortable para quien lo padece, no puede ser el objetivo en sí mismo del tratamiento, ya que quitar la señal de alarma no significa eliminar el peligro. Como ejemplo siempre comentamos a nuestros pacientes que, si usted viaja en su automóvil y se enciende la luz que indica la falta de combustible, usted tiene dos opciones: carga nafta o rompe la luz indicadora. En el primer caso su viaje culmina con éxito; en el segundo, sólo por un tiempo creerá que no tiene problemas.

Pero el dolor no es sólo expresión en la anatomía y fisiología del cuerpo humano, ya que lleva consigo connotaciones emocionales importantísimas. Platón (500 a.C.) afirmaba que “el dolor no sólo se presenta por estimulación periférica sino como una experiencia emocional”. 2500 años después los estudios sobre el dolor nos indican que el  que el mismo se origina en los receptores periféricos de sensaciones térmicas, mecánicas o químicas estimuladas en su máxima expresión.

A la vez, es muy difícil encontrar un paciente con dolor crónico de una patología que lo justifica ampliamente, que no atraviese una crisis emocional. Sólo una mirada integral al paciente doloroso puede encontrar o aproximar una solución  a su padecer. Cuando se encuentran tratamientos absolutamente biológicos, el dolor puede desaparecer, pero inevitablemente vuelve. Cuando el enfoque es absolutamente psicológico, el paciente suele aceptar la situación; su ansiedad y angustia disminuyen pero el dolor no desaparece.

Por lo visto interpretar la justa medida de los componentes biológicos y psicológicos del padecer, da resultados óptimos. Es muy importante diferenciar el dolor agudo del dolor crónico. El primero obedece a causas generalmente muy concretas como contusiones, infecciones, etc. Los dolores agudos son proporcionales al agente productor variando, desde muy leves hasta insoportables. Las apariciones son bruscas y su alivio obedece a la solución urente de su origen. En una apendicitis ya diagnosticada, la solución no deja lugar para el análisis al igual que en una fractura. En cambio el dolor crónico, que es aquel que se prorroga en el tiempo y muchas veces dura años, obedece a causas múltiples como las que se detallan en los capítulos específicos del presente trabajo.

En el caso crónico, las causas emocionales cobran un valor significativo y se transforman en un efecto predisponerte para la prolongación y el aumento del dolor. La gran diferencia entre la aparición  del dolor agudo y el dolor crónico es que el primero es limitado en la intensidad y tiempo, en cuanto persiste el agente que lo estimula. En el caso del dolor crónico persiste aún cuando los estímulos no están activos. Las secciones terminales de los nervios periféricos en la región lesionada, tienen cambios mecánicos y químicos que aumentan la sensibilidad con lo cual se desencadena dolor con los más mínimos estímulos.

Existe a su vez una hiperexcitabilidad de la parte posterior de la médula (área de sensibilidad) con modificaciones neurológicas por estimulación repetitiva. Para que esto ocurra, la lesión debió permanecer activa por un tiempo suficiente. Algunos autores hablan de 3 meses o más, incluso hasta 6 meses, pero cuando supera los tiempos normales para la patología se puede hablar de dolor crónico. Las lesiones en cuello y columna lumbar son proclives a la cronificación ya que son áreas de excesivo trabajo y sacrificio mecánico.

Las líneas anteriores tratan de un solo panorama descriptivo: de que la medicina tradicional explica dos tipos de dolor, el crónico y el agudo. Pero las últimas décadas se ha instalado una suerte de creencia popular sobre el dolor psicológico. Lejos de ser una creencia, los cambios perceptivos del dolor son más que significativos.

Hasta aquí hemos hablado del dolor crónico como una forma específica de sensación, pero queda un inmenso espacio sin aclarar, que es, cómo cada persona percibe su dolor. Si pinchamos los dedos de dos personas distintas con la misma aguja y la misma fuerza: ¿les duele igual?; seguramente no, y hoy, a pesar de toda la tecnología para la evaluación física, la única oportunidad que tenemos para saber “a quién le dolió más” es preguntar a cada una qué interpreta. Entre la sensación y el pensamiento  existe un paso intermedio que llamamos percepción. En esto tallan las experiencias personales de cada individuo; por lo tanto la percepción individual modificará el pensamiento y la sensación. Aquí la popular creencia del dolor psicológico se trasforma en un acampo de estudio ilimitado que hoy se halla sólo en sus comienzos y las aseveraciones no son inapreciables al desafía de las ciencias de la salud.

Precisamente porque la historia de la humanidad siempre se halla ligada al dolor corporal.

¿Qué significa el dolor? La creencia del “dolor mental” cobró hoy una vigencia asombrosa. ¿Se puede hablar de un dolor físico y otro mental? Tenemos indicadores muy claros de que el dolor no es una mera creación de nuestra fisiología. Muchos pacientes con dolor crónico de espalda nos relatan que al comienzo estuvo ligado a alguna situación emocional: divorcios, fallecimientos, nacimientos, exámenes, etc. Por supuesto los recrudecimientos del dolor también se ligan a procesos emocionales.

En su libro “La cultura del dolor”, el doctor David Morris de la Universidad de Iowa, dice: “ El dolor de una herida en el pie tiene una fuente inmediata, es obvio, muy distinta del dolor de un divorcio sin remedio. No obstante, a la larga, fuentes distintas no implican necesariamente dolores distintos”.

Hoy el dolor crónico, aquel que es recurrente, está más cerca de lo desconocido que de lo científicamente comprobado.

¿Cuántos pacientes sienten dolor y sus familiares y amigos creen que lo imaginan? Por otro lado, ¿cuántos pacientes sienten dolor y los estudios más avanzados no encuentran causa que lo “justifique”?.

Existen personas que han desarrollado una profesión y generan grandes espectáculos mostrando al público cómo no sienten dolor al comer clavos o al atravesar sus mejillas con agujas de tejer. En cambio, otros se desmayan ante un pequeño corte en un accidente. Entre ambos ejemplos se halla la humanidad y en cada cultura se pueden comparar los dolores relacionados al trabajo. Por ejemplo, los siglos pasados con los actuales, de modernos trabajadores, de sillón y aire acondicionado. Esto no pretende ser una comparación odiosa; por el contrario, ¿quién se atreve a decir quién está más solo con su sufrimiento? El esclavo humillado que se movilizaba por la fuerza que le daba el sentimiento de búsqueda de libertado o el hombre moderno con un gran vacío espiritual, que todo lo llena con lo material.

Podemos hablar de la espiritualidad del dolor. Se conocen casos en la guerra de Vietnam de soldados que sufrieron mutilación y estuvieron sin atención durante horas y otros que morían de pánico sin haber sido gravemente heridos. Cuando se habla de dolor se habla de una expresión de la persona toda. La suma de las distintas personalidades arma culturas. En la historia hubo pueblos fuertes y guerreros, y pueblos débiles y sometidos cuyos integrantes no soportaban el dolor. La desesperación del paciente y su médico, llevan al consumo desmedido de fármacos que alivian el dolor en forma esporádica.

Pensar en los orígenes del dolor pierde importancia cuando el dolor desaparece con la píldora mágica. Peroa veces la verdadera medicación no fue aplicada en el momento justo porque se ocultó el síntoma detrás de dicha píldora.

 

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